Como siempre el principio de la solución es la educación y la concienciación
En estos momentos en los que se lucha por llegar a un punto de retorno para reconvertir la crítica situación medioambiental a la que el ser humano ha llevado al planeta tierra, se abren demasiados frentes para solucionar este problema y estos frentes en ocasiones chocan entre sí y se pierde la perspectiva de todo lo que se deja en el camino para cumplir el objetivo.
Nuestra reflexión en esta ocasión es sobre cómo se está traduciendo la eliminación del plástico en los envases que llegan al consumidor final.
Estamos dando por bueno, sustituir en la medida de los posible el plástico por papel u otros materiales plásticos de origen vegetal. Esto por lo general no consiste en reducir residuos, sino en sustituir el origen de la materia prima del residuo, lo que actualmente está suponiendo una falta brutal de materia prima con su consecuente incremento de precio ante una demanda desmesurada de estos materiales (es como si el mundo de repente cambia de marcha para cambiar de dirección).
Esta situación se traduce en que el producto que contiene este envase y que es el objeto real de la compra del consumidor final, vaya gravado por tal incremento de precio que esa sostenibilidad medioambiental se traduce en una insostenibilidad para el consumidor.
Si el incremento de precio es debido a un material que reduce el impacto en el medio ambiente, producto de inversión en I+D+I, más eficiente etc, es razonable que entre todos asumamos el coste de mejorar la situación medioambiental; pero si ese incremento de coste es básicamente producto del desequilibrio producido entre la oferta y la demanda:
¿Hasta dónde es razonable?
¿Hasta dónde podríamos ver incrementados los precios de los bienes por la repercusión de estas subidas en los materiales de los envases?
¿Podríamos llegar a tener problemas de suministros para la fabricación de esos envases?
Parece ser que la legislación debería prever transiciones menos drásticas hacia la desaparición del plástico, o hasta la aparición de un sustituto más eficiente, que no derive en estos desequilibrios.
Si la mayoría de los materiales de origen plástico son reciclables, explotemos esa condición de reciclable, y en un corto y medio plazo, ampliemos nuestros esfuerzos en:
Seguir apostando por la educación, concienciación y los medios para que los ciudadanos depositen los residuos en los lugares correspondientes para su posterior gestión y reciclaje.
Apoyar los planes de educación tanto para la producción como para el consumo de una forma responsable.
Promover la disminución del uso de envases más que en sustituir el origen de la materia prima.
Centrar esfuerzos en los de mayor impacto.
Conclusión: un residuo (bolsa, lata, botella…) no llega a nuestros océanos, montes, ríos etc por la propiedad del origen de su material, sino por la mala gestión que se hace al término de su vida útil.